Esta mañana, abrí la puerta del coche. Me dirigí al maletero para coger el bolso. A continuación,
empujé la puerta del pabellón para
entrar.  Entré al vestuario y llamé a mi
entrenador para que entrara. Nos dio la charla de todos los sábados.  Al oír el
ruido del marcador, salimos a la pista. 
Me pasaron el balón con el
que íbamos a jugar  y el árbitro comenzó el partido. Nos dieron un baño y
maldije la derrota.
 
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