Hoy en la calle hemos visto a unos aristócratas comiendo cabelleras. Estas cabelleras están hechas de caballos y Luis XIV, años atrás, se las comía, aunque le gustaba más el pelo de cabra. Los nobles se las comían en los teatros por estética y eso era socialmente importante. Comer cabelleras era obligatorio, era un signo de elegancia.
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