Era una cálida noche en la
mansión Archenn. Todos los residentes se habían acostado. ¿Todos?
No, todos no. El doctor Lemon no había regresado aún de su vuelta
nocturna rutinaria. La señorita Amapola estaba asomada por la
ventana fumándose un cigarro cuando de repente un cuerpo cayó
desde la habitación del profesor Pizarro.
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