Doni estaba atrapado, sin salida, no tenía por dónde ir, un despiste lo situó a lo alto del árbol. Maullaba sin parar, hasta que llegó Rubén. Subió al árbol a la velocidad de la luz, cogió a Doni y bajó el árbol con una sola mano. Rubén fue el salvador, estaba eufórico.
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